Para empezar, las estufas de leña suelen ser metálicas, de hierro fundido o de acero. De esta manera entregan la mayor parte del calor a una única habitación. Así, las estufas no cuentan con recubrimiento y dejan a la vista el tubo de evacuación. Por otro lado, el hogar de las chimeneas puede ser una simple caja metálica con ventilación, también llamado insert o cassette, o en cambio puede ser un hueco que cuente con materiales refractarios, es decir, que resistan altas temperaturas sin descomponerse. Además, en las chimeneas, el tubo de evacuación de gases irá siempre oculto a través de una campana o bien por una pared empotrada, de esta manera, distribuiremos el calor por nuestra vivienda de una manera discreta.
Metiéndonos en la parte más técnica, deberíamos tener en cuenta la potencia calorífica y la ubicación donde se va a colocar. Si el hogar es demasiado grande, estará siempre a bajo rendimiento provocando a la larga acumulación indeseada de hollín en el cristal y el conducto. Si por el contrario, es demasiado pequeña, posiblemente le exija demasiado y durará menos.
Otro factor a tener en cuenta, es el suministro de aire. Las estufas, cogen el aire directamente de la habitación donde se encuentran y si resulta que la estancia está especialmente bien aislada, o si dispone de sistemas mecánicos de ventilación, se pueden experimentar problemas de funcionamiento. En el caso de los hogares, también recogen el aire de la estancia pero en estos casos, la solución recomendada es conectar un suministro de aire del exterior. Esta opción se hace instalando rejillas de aire en la pared o creando un conducto de aire independiente desde el exterior hasta la parte inferior de la estufa u hogar.
Es importante tener presente el conducto de evacuación de humos para el funcionamiento óptimo de la máquina. Este debe tener un diámetro interno mayor que el de la salida de humos del hogar o estufa al que da servicio. Se debe tener en cuenta que codos bruscos en la chimenea reducen el tiro.